Bitácora de un retorno nuevaépoca:
Taller Ditoria en tiempos de covidpandemia
Luz de Lourdes García Ortiz
Miércoles 9 de septiembre de 2020
Los papeles, sus texturas. Las tintas, sus espesores. El color,
sus evocaciones.
¿En qué archipiélagos del día
anda la sombra de mi sombra?
Don Gil acicala a La Toñita para hacer la primera impresión de prueba de los versos formados la semana pasada. Reservemos estas otras cartulinas para los poemas más extensos que imprimiremos después –vida
mediante–. ¿Con qué colores de tinta se le podrá dar realce a esta cartulina amarilla? Negro, gris, rojo, azul, blanco, cuál más.Sucede que mi oído se desliza
por la curva infinita de la ausencia
como un rumor a la medida de tus pasos.
Como se lo temía el maestro, la lata de tinta que tomó tenía
pegada la tapa... muy pegada. Costó trabajo despegarla. Luego, encontrarnos una
masa –guardada por más de dos años– con una especie de nata plástica en su
superficie. Adelgazar con thinner, obtener la consistencia adecuada. Ahora sí,
hacer la preliminar prueba manual de entintado. En el oficio se contemplan esos
detalles, que no son minucias.
(Ya no sé si se ahoga la tarde o la espera;
si es tu paso el que cruza la llanura
o la sombra de una nube de verano.)
Ah, sí: cortar la cartulina en tamaño adecuado para el menor desperdicio posible. Serán, entonces, unas tarjetitas poéticas. Nacidas de buena entraña, sinceras.
La expectativa, la emoción de observar cómo don Gil iba aplicando
con la espátula la tinta sobre la placa de La Toñita, el mecanismo ya activado:
los rodillos –por fortuna en buen estado todavía– distribuían el color pase a
pase hasta dejar una capa uniforme y suficiente. Un color azul de matiz morado
extendido al cadencioso ritmo de La Toñita.
Ante mis ojos pasas con un aire de abismos
inminentes,
lasca de soledad o herida ciega
de mis manos huyendo cuando el alba.
Corregir pruebas, ajustar tipos para lograr el registro
adecuado. Consultar con Roberto, fotos por inbox. «Luz, una sugerencia. A
su misma altura, recorran Taller Ditoria justo abajo, en el centro de la
ornamenta. Hagámoslo a dos tintas, Taller Ditoria en rojo. Así cierra.» Bien, el tiro en rojo será para la próxima jornada.
Ahora este silencio; su esbeltez
de palomar en los desiertos del agua.
Se queda la hora hablando a solas.
En el oficio tipográfico, como en el oficio editorial, no hay minucias –y quien crea o diga lo contrario...–. La sugerencia de
Roberto redondeó el diseño de la sencilla pero poética tarjetita. Un ligero
toque, como de magia, ¡y he aquí el clinamen! «¡Láncese con el tiro en azul, don
Gil!»
pisándole la sombra a mi tristeza;
presente en la afilada veladura
que media entre mis ojos y las cosas.
Qué preciosa combinación
entre cartulina y tinta: sobria y elegante... RR: «La tarjetita, ¡no veo la hora de tenerla en las manos!» LL:
«Paciencia...»
Y mi verdad se mueve a ciegas…
anda y desanda la llanura
en busca de otro cielo claro y justo.
*
Los versos aquí
reproducidos son fragmentos del poema “Ahora este silencio” –dedicado a Thelma Nava–,
de Guillermo Fernández, publicado en La palabra a solas (1965).
Esta bitácora
continuará...