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Pero el tiempo no escucha, nos escarba,
nos amarra la uña a la tijera
del adiós, nos filtra la primavera
como corbata en luto que se carba.
Yo me hundo en mi piel como una larva,
yo alimento de hímenes mi espera,
tengo todos los siglos, y quisiera
un asfalto de alondras a mi barba.
Acompáñame pues hasta tu cuita,
y di mi nombre junto con la rosa,
siémbrame arado y péndulo en tu cita.
Sólo una vez entrégame la aurora,
sólo una vez arrójame a la fosa
la eternidad anclada en mi hora.