Permitámonos pasar un día
con el mismo propósito que la Naturaleza, y no apartarnos del camino por cada
cáscara de nuez y por cada ala de mosquito que cae en las vías. Levantémonos
temprano y ayunemos, o desayunemos, pausadamente y sin perturbaciones; que la
compañía venga y que se vaya; que las campanas suenen y los niños lloren;
determinémonos a hacer de ello un día. ¿Por qué habríamos de someternos e ir
con la corriente? No nos sintamos disgustados y agobiados en ese terrible y rápido
remolino que llamamos una comida, situada en los bajíos del mediodía. Capea
este peligro y estarás a salvo, pues el resto del camino es cuesta abajo. Con
nervios tensos, con vigor matinal, navega junto a él y, como Ulises atado al
mástil, voltea al otro lado. Si el motor silba, déjalo silbar hasta que esté
ronco de dolor. Si la campana suena, ¿por qué habríamos de correr? Consideremos
qué tipo de música nos ofrecen. Asentémonos y trabajemos para calzar nuestros
pies hacia abajo, a través del lodo y el fango de opinión, y prejuicio, y
tradición, y engaño, y apariencia, ese aluvión que cubre el globo entero, desde
París hasta Londres, Nueva York, Boston y Concord, a través de la iglesia y el estado,
a través de la poesía y la filosofía y la religión, hasta que lleguemos a un
suelo duro y rocoso, que podemos llamar realidad,
y digamos: “Esto es, no hay duda”. Y, entonces, comencemos, teniendo un point d’appui, bajo crecidas y heladas y
fuego; un lugar donde se pueda encontrar un muro o un estado, o donde se pueda
erigir un farol sin riesgo, o tal vez un calibrador, no un Nilómetro, sino un Realímetro,
con el cual generaciones futuras sabrán qué tan hondas son las crecidas de
farsas y apariencias que se han de acumular. Si te enfrentas cara a cara con un
hecho, verás que el sol destella en ambos de sus lados, como si fuera una
cimitarra, y sentirás su suave borde dividiéndote por el corazón y la médula, y
así concluirás felizmente tu mortal trayectoria. Trátese de la vida o de la
muerte, ansiamos sólo la realidad. Si en verdad nos estamos muriendo, que
oigamos el cascabel en nuestras gargantas y sintamos frío en las extremidades;
si estamos vivos, vayamos a lo nuestro.
Acerca la editorial
- Taller Ditoria
- Con más de setenta títulos publicados desde su fundación en 1995, Taller Ditoria es resultado de un ejercicio singular en el ámbito de la edición, no sólo por la calidad de sus contenidos literarios y nómina de autores, sino también por sus resultados estéticos y formales: libros enteramente artesanales desde la tradición tipográfica. Libros de artista cuyos textos son formados en tipos móviles e impresos en prensa plana Chandler & Price 1899 –La Toñita–, así como cosidos y encuadernados en rústica a mano; cada título con su diseño propio, en tiraje reducido. Taller Ditoria es dirigido por su fundador, el pintor y editor Roberto Rébora. Jorge Jiménez, quien lo ha acompañado en la aventura desde el inicio, es el maestro tipógrafo y encuadernador que materializa el diseño concebido para cada obra por publicar. La impresión está a cargo de Gilberto Moctezuma, junto con La Toñita. Luz de Lourdes García Ortiz, editora, se encarga de cuidar las ediciones y de otras labores que atañen a la editorial. Taller Ditoria es un espacio de experimentación formal riguroso, animado por el intenso gusto de realizar ediciones de características propias.