las uvas de nuestras viñas han sido vendimiadas
los racimos de muertos cuyos granos oblongos
tienen sabor a sangre a tierra y a sal
aquí los tienes París para calmar tu sed
bajo el cielo cubierto de famélicas nubes
que acaricia Ixión el creador oblicuo
y donde sobre el mar nacen los cuervos africanos
oh uvas y esos ojos apagados y en familia
el futuro y la vida se aburren en sus parras
[...]
el universo todo mezclado en ese vino
que contenía mares animales y plantas
ciudades y destinos y los astros que cantan
los hombres de rodillas en el borde del cielo
y el dócil hierro nuestro buen compañero
el fuego que hay que amar como se ama uno mismo
los altivos difuntos que son uno en mi frente
el rayo que brilla como un pensamiento nuevo
los hombres de seis en seis los números de uno en uno
kilos de papel retorcidos como llamas
y aquellos que sabrán blanquear nuestras osamentas
los buenos versos inmortales
ejércitos alineados para la batalla
bosques de crucifijos y mis casas lacustres
a orillas de los ojos de aquella que amo tanto
las flores que claman fuera de las bocas
y todo lo que no sé decir
todo lo que jamás conoceré
todo eso todo eso trocado en este vino puro