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Tal vez para que después podamos
dejar de caer
o al menos podamos
caer en blandito
es que ahora caemos
como George Foreman
contra Ali Bumba Ye.
O tal vez para que alguien
después de nosotros pueda
dejar de caer
o al menos pueda
caer en blandito
es que ahora seguimos
paseando a nuestras perras
de compañía
alrededor de este abismo
amueblado,
desaguando un vértigo
de flora y fauna chamuscadas.
Porque ahí sí, el espejo refleja:
hablamos de calentamiento
global, del efecto invernadero,
de la falta de agua, etc.
pero en realidad ahogamos
esta caída como pecado
bien poco original
como Nicho Hinojosa,
pero más sucio y rentable
como picadero en vecindad
y nos escondemos por presión
social, económica, familiar, etc.
como activista de la UNAM
o joto en el ejército
por hacerle caso a las voces
que nos inventamos en la mente
porque detestamos cumplir
con nuestras responsabilidades
y nos caga la madre
hacer el ridículo;
así que igual
con vergüenza y miedo,
sin dejar de sentir mareo
como velero en regata
o principiante del trompo
ni dejar de entregarnos
al odio, al amor, a esta retahíla
de justificaciones y pretextos,
seguiremos cayendo
hasta mundializar un holocausto,
darnos una palmada
en la espalda de buen camarada
fascista y burócrata
–bicéfalo ancestro común
de todo lo que existe,
pero sobre todo
de nuestras buenas intenciones–
cerdos capitalistas que eyaculan
precoces,
basureros disfrazados de democracias
con ciegos como topos
y ojetes como sicarios
de dirigentes.
La ignorancia nos mantiene
en pie,
superviviendo.