El rigor del
castigo y la obligación de ocuparse en un ejercicio sedentario y monótono, en
local de mediana luz y nada alegre, hicieron a Mariano taciturno; palideció su
rostro y adelgazó su cuerpo. A los cuatro meses ya componía él solo, si no con
ligereza, con exactitud, las leyendas de las aleluyas, que eran en número
fabuloso. Se las sabía todas de memoria y le bastaba ver la tosca viñeta para
adivinar y componer en seguida los pareados. Él y su compañero el Majito
se disparaban a cada instante los versillos, aplicándolos a cualquier idea o
suceso del momento. Tan pronto sacaban a relucir alguna oportuna cita de la Vida
del hombre flaco, a saber:
El verlo en paños
menores
causaba risa,
señores
como aquella de la
Vida de don Espadón, que dice:
Todo el día está
bailando
y a su dama
acariciando.
El aburrimiento de
los dos chicos les llevaba por una especie de proceso psicológico que enlaza el
bostezo con el arte, a poner en música los tales pareados, y cuando el Majito
cantaba los de la Procesión del Viernes Santo, que dicen:
Muchos niños en
seguida
van con velita
encendida
le contestaba Pecado:
Delante van con
decencia
los de la
Beneficencia.
También sabían de
memoria, sin olvidar una tilde, los romances de matones, guapezas, robos,
asesinatos, anécdotas del patíbulo.
[...]
En el fondo de su
alma, Pecado anhelaba ser también sanguijuela y chupar lo que pudiera,
dejando al pueblo en los puros huesos; se desvivía por satisfacer todos los
apetitos de la concupiscencia humana y por tener mucho dinero, viniera de donde
viniese. En esto se distinguía radicalmente de su maestro, amantísimo del
trabajo. Bou no quería galas, ni lujo, ni vicios caros, ni palacios; lo que
quería era que todos fuésemos pueblo; que todo el que tuviera boca tuviera una
herramienta en la mano; que no hubiera más que talleres y se cerraran los
lugares de holganza; que se suprimieran las rentas y no hubiera más que
jornales; que cada cual no fuera propietario nada más que de la cuchara con que
había de comer la sopa nacional.
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2020: bicentenario
del nacimiento y centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós (1820-1920)